Hutson, Shaun
Un buen día, las babosas descubrieron que les gustaba la carne. Les
gustaba tanto que dejaron de comer hortalizas. Necesitaban carne humana.
Otro día descubrieron que podían entrar en las casas por las cloacas y
desagües. Poco después, empezaron a aparecer cadáveres horrorosamente
mutilados y la policía se preguntaba quién podría ser aquel asesino que
dejaba como único rastro unos regueros pegajosos en el suelo. Pero no
era un asesino, eran cientos de miles: las babosas. Cuando encontraban
una víctima penetraban en su cuerpo por todos los orificios, hasta dejar
sólo los huesos.
Únicamente el Inspector de Sanidad sabía que aquellos
bultos asquerosos se deslizaban por el subsuelo de la ciudad con el
obsesivo propósito de devorar y multiplicarse. Y también sabía que la
única forma de acabar con ellas era bajar a las cloacas y derrotarlas en
su propio medio. Por si acaso, antes de hacerlo se despidió de su
familia.
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