Crenwood, Anette
Cuando hablamos de inmortalidad, los ojos se nos abren de par en par,
los oídos se concentran para poder escuchar sus historias sin perder un
ápice de información y la boca se nos llena de fluidos por saber cómo de
grandioso sería el poder conseguirla. Pero nada más lejos de la
realidad.
Ser inmortal no es tan bello, ni tan perfecto, ni tan deseado
cuando eres uno de ellos. Es una maldición que perdura desde siempre y
para toda la eternidad.
¿Cómo te sentirías si una y otra vez, año tras año, siglo tras
siglo, vieras perder a tus seres queridos sin que tú puedas marcharte
con ellos?¿Cómo explicarle a un ser amado que a pesar de que su aspecto
físico envejezca cuando el tuyo no lo hace, la sigues amando y viendo
como cuando la conociste?¿Cómo se puede vivir sabiendo que has de luchar
para seguir vivo mientras sufres por no poder morir junto a ella?
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