Torres, Susana
La tercera guerra mundial nos envió de lleno a una época tan oscura como
carroñera. El cielo sólo muestra un tono amarillo, enfermizo, y en las
calles se acumulan polvo y escombros. Sin embargo, esto no era así hace
cinco años. Cuando tenía 14 yo vivía en un pequeño pueblo de California,
Estados Unidos, y tenía lo que podríamos llamar una “infancia normal”.
Madre soltera y pocos amigos, pasándome la vida leyendo y estudiando. En
vano y para nada.
La tercera guerra mundial y las armas biológicas nos han condenado a
un mundo donde la vida es algo escaso, y donde la belleza sólo reside
en tu capacidad para sacar utilidad de los restos. Así que aquí estoy
yo, con una “banda”o caravana ambulante que se dedica a ir de ciudad a
ciudad, de pueblo en pueblo, intentando saquear recursos. Desde latas en
conserva hasta motos y coches que puedan repararse y ser utilizados.
Sin embargo, cuando pasábamos por Phoenix, lo que no esperábamos era
encontrarnos con un nuevo, y al parecer de incalculable valor, miembro
del equipo. Matt. Un joven de 27 años que se había tirado dos años solo,
con la única compañía de su moto y su chaqueta de cuero, harto de que
sus anteriores grupos lo traicionasen en momentos de necesidad. Un joven
que, si no me hubiese visto, hubiese seguido su camino.
Un joven que nunca esperé fuese a hacerme compañía de una forma en
la que nunca, nadie, ha sido capaz de hacer. Por primera vez, pese a
contar con una autocaravana y dos coches, me sentía verdadera protegida y
querida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario