Cuando Robin se despierta en una clínica,
habiendo perdido la mayor parte de la memoria, no tarda mucho en
descubrir que hay alguien que está intentando matarlo. Estamos en el
siglo XXVII, cuando el viaje interestelar se hace por puertas de
teletransporte y las guerras se llevan a cabo mediante gusanos de red
que censuran la personalidad de los refugiados, tomando como punto de
mira a los historiadores. La guerra civil ha terminado, y Robin ha sido
desmovilizado, pero alguien quiere terminar con él por algo que su
identidad anterior sabía.
Intentando huir de un perseguidor
inhumano y buscando un sitio donde esconderse, se presenta voluntario
para participar en una sociedad experimental —la Prisión—, construida
con el objetivo de recrear una cultura preacelerada.
A cada participante
se le asigna una identidad anónima: parece el escondrijo ideal para un
posthumano a la fuga. Pero se trata de un ambiente del que no hay modo
de escapar, y Robin tendrá que someterse a un cambio aún más radical,
quedando a merced de su propia psique desequilibrada.
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